Quiso hablar
de las cosas que quería alcanzar,
de las metas
(con esas cintas blancas que señalan llegadas)
quiso hacer en la sombra
una huella de luz
con el costado
de su dedo derecho
(cualquiera de esa mano)
o con la palma de su lado izquierdo.
Quiso decir
hacer
manejar otra vez
algún esbozo
de lo que alguna vez
fue para siempre.
Las palabras,
aquellas,
sus amigas tan íntimas.
O tan ínfimas.
Pero nada encontró,
solo sus manos,
temblorosas y agudas.
Respiró muy profundo,
recordó ese lugar
suyo, muy suyo.
Cerró los ojos libres
de rutinas
y se metió de lleno en el paisaje.
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