El inocente silencio. Le pareció un buen título para un relato. Abrió el carro de la máquina de escribir y
comenzó a teclear, al tiempo que, como si de una pantalla se tratara, las imágenes de Mario comenzaron a invadirla. No había otra manera de expresar el modo en que se generaban los
recuerdos. Quizás fuera así la película de la vida
que atraviesa la mirada en blanco de los moribundos.
La angustia que sentía se parecía a una gota de sangre corriendo por la leche de la mañana, el café de la tarde y la copa de vino de la noche, un río de aguas mansas infectadas a punto de desbordarse. Paradójicamente, el estado más fértil para sus poemas y relatos
- Canalla, pensó, ya no podrás objetar nada de lo que escriba.
Un ruido en la cocina la hizo levantarse, seguramente sería la gata, buscando más comida. Nunca le resultaba suficiente. Se parecía a él. El y su gata insaciable.
Cuando se enfrentó a la luz de la puerta que daba al patio, el terror convirtió el breve recorrido en un largo túnel, al final del cual vio una figura desconocida.
Repentino, el miedo se mezcló con los recuerdos, en forma flashes: él llamándola, él abandonándola, él convertido en un nudo en el estómago, él en el vacío de las noches, él en la impaciencia de la madrugada. El. Con su guadaña, cortando de cuajo cada esperanza. El. Siempre ausente. Y siempre presente.
La sombra desconocida fue aumentando a medida que el hombre se acercaba, hasta convertirse en un halo de oscuridad que cubrió completamente la boca de ese túnel en el que sentía iba penetrando, en tanto una voz ajena a sí decía cosas que no comprendía, mientras otra voz, la de El, venía a su oído,en una superposición de ecos familiares y desconocidos.. No te amo, dónde tenés la plata, no me importas, dále, vieja o te liquido, no volveré. No valés nada. Sos una basura. Me mentiste.. El desconocido y el Eterno Verdugo. Esa voz desconocida como la sombra que la ocultó en el miedo, mezclada con la voz de El, repitiendo que no le importaba si estaba viva o muerta.
La sombra ya dentro del túnel, la puerta abierta, la tarde volviéndose noche, "¿dónde está la plata? sé que tenés joyas".
Al tenerlo tan cerca, reconoció en la sombra a un jovencito que solía merodear la casa. La navaja y la sangre, su vida tibia mezclándose con la sangre fría del ladrón, el filo hirviente del pensamiento cayendo en el abismo donde El sonreía, ya sin rostro.
Hubiera sido tan fácil señalar el cajón del secreter, pero ¿qué importa la vida sin él?, pensó.
Y, reuniendo algo de valor, calló.
Otra vez la navaja y el frío en la espalda, en las entrañas, la herida abierta, el dolor cerrándose.
Miró al ladrón plenamente conciente y, abriendo apenas la boca antes de expirar, con su último aliento, le dijo: “Gracias por liberarme”.
**
comenzó a teclear, al tiempo que, como si de una pantalla se tratara, las imágenes de Mario comenzaron a invadirla. No había otra manera de expresar el modo en que se generaban los
recuerdos. Quizás fuera así la película de la vida
que atraviesa la mirada en blanco de los moribundos.
La angustia que sentía se parecía a una gota de sangre corriendo por la leche de la mañana, el café de la tarde y la copa de vino de la noche, un río de aguas mansas infectadas a punto de desbordarse. Paradójicamente, el estado más fértil para sus poemas y relatos
- Canalla, pensó, ya no podrás objetar nada de lo que escriba.
Un ruido en la cocina la hizo levantarse, seguramente sería la gata, buscando más comida. Nunca le resultaba suficiente. Se parecía a él. El y su gata insaciable.
Cuando se enfrentó a la luz de la puerta que daba al patio, el terror convirtió el breve recorrido en un largo túnel, al final del cual vio una figura desconocida.
Repentino, el miedo se mezcló con los recuerdos, en forma flashes: él llamándola, él abandonándola, él convertido en un nudo en el estómago, él en el vacío de las noches, él en la impaciencia de la madrugada. El. Con su guadaña, cortando de cuajo cada esperanza. El. Siempre ausente. Y siempre presente.
La sombra desconocida fue aumentando a medida que el hombre se acercaba, hasta convertirse en un halo de oscuridad que cubrió completamente la boca de ese túnel en el que sentía iba penetrando, en tanto una voz ajena a sí decía cosas que no comprendía, mientras otra voz, la de El, venía a su oído,en una superposición de ecos familiares y desconocidos.. No te amo, dónde tenés la plata, no me importas, dále, vieja o te liquido, no volveré. No valés nada. Sos una basura. Me mentiste.. El desconocido y el Eterno Verdugo. Esa voz desconocida como la sombra que la ocultó en el miedo, mezclada con la voz de El, repitiendo que no le importaba si estaba viva o muerta.
La sombra ya dentro del túnel, la puerta abierta, la tarde volviéndose noche, "¿dónde está la plata? sé que tenés joyas".
Al tenerlo tan cerca, reconoció en la sombra a un jovencito que solía merodear la casa. La navaja y la sangre, su vida tibia mezclándose con la sangre fría del ladrón, el filo hirviente del pensamiento cayendo en el abismo donde El sonreía, ya sin rostro.
Hubiera sido tan fácil señalar el cajón del secreter, pero ¿qué importa la vida sin él?, pensó.
Y, reuniendo algo de valor, calló.
Otra vez la navaja y el frío en la espalda, en las entrañas, la herida abierta, el dolor cerrándose.
Miró al ladrón plenamente conciente y, abriendo apenas la boca antes de expirar, con su último aliento, le dijo: “Gracias por liberarme”.
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Texto revisado y reeditado, cuyo original fuera participante del Reto 1 Prosa 2010 en La página de Los Cuentos
www.loscuentos.net
5 comentarios:
Uy, Adri, qué final!!! Muy buena historia, y bien contada, además. Pobre mujer, tener que acudir a semejante forma de "liberarse".
Abrazo
Jeve.
El silencio tras cada párrafo se alía con el filo de la istoria. El silencio del punto final reclama la primera frase. Leer para releer en nuestro rincón favorito de casa, sólos, sin ruido.
G
Olvidé la h de la historia, tal vez por muda. Como el propio silencio. Excúsame, Adri.
G
Jeve...gracias por tus huellas, por tus abrazos, por tu presencia... sí, un final tal vez injusto... pero a veces las cosas son así. La vida por amor... hay que vivirla, no? Besos nena! gracias por dejar que tus nubecitas se conviertan en abrazo!
Gi, la historia tiene a veces comienzos mudos y finales a voces. Lo que importa es saberte aqui. Gracias. ABrazo enorme!
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