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Malo, bueno o mediano, de hoy en adelante escribiré lo que me gusta (V. Wolf)

Una puerta se abre. El interior responde en primera persona: Escribo. Leo. Comparto. Por ello, el tiempo es menos despiadado conmigo
Una Luciérnaga en mí

Dibujo de Roxana
miércoles, 28 de octubre de 2009
Querido Personaje
Que la presencia del yo en la escritura dependa del empleo de la primera persona, me parece una de las mayores simplificaciones que han campado por los desiertos del debate literario. La dicotomía entre primera y tercera persona es falsa: cualquier personaje imaginario puede esconder a un alter ego, igual que un monólogo íntimo puede basarse en artificios ficcionales. Las quirúrgicas terceras personas de muchas historias de Oé o Coetzee, por ejemplo, transmiten una abrumadora introspección y reflejan dolores personales. Los monólogos de Lee Masters, en cambio, recrean confesiones ajenas. Pienso también en la distancia brutal que Kertész se impuso para contar, en una primera persona tan observadora y analítica como un narrador neutral, su sufrimiento en Auschwitz y Buchenwald. La ficción no es un acto gramatical, sino moral. No depende de la apariencia de su argumento, sino de la mirada de sus voces. Por eso el narrador dispone de un arco infinito de posibilidades: desde hacer de actor de tragedias ajenas hasta ser ventrílocuo de sí mismo. Nada tengo contra esa estrategia que existe desde la literatura picaresca y que hoy denominamos 'autoficción'. Al contrario: una de mis novelas se adscribe a ella. Pero sí discrepo de las teorías que suelen legitimarla. ¿Es la tercera persona más despótica que la primera? Esta creencia constituye un tópico política y narrativamente correcto. Nada más tiránico que la voz de algunas novelas donde el yo abarca el cien por cien del mundo y ese mundo resulta hermético, restringido. Hay primeras personas tan monolíticas como una tercera persona anticuada, porque fijan la realidad desde una perspectiva uniformadora y carecen de la distancia suficiente para alcanzar la sinceridad respecto a sus propios conflictos. Entendida con amplitud, la narración omnisciente no aspira a ningún ojo divino, sino a un punto de vista múltiple, basculante, próximo a la subjetividad de cada escena. Esta certeza no concluyó en el siglo XIX: más bien comenzó con él. El tránsito del XIX al XXI, más que por el salto de la unidad al fragmento, parece marcado por el paso de la literatura gótica a la egótica. Valorar la potencia autobiográfica de una historia implica considerar también la capacidad de abstracción de autor y lector. No se trata de escribir o no sobre la propia vida, cosa que hacemos siempre de un modo u otro. La pregunta es en qué grado, con cuánta elaboración se hace. Y aquí interviene el elemento en mi opinión más hermoso, complejo e inolvidable de la narrativa: el personaje. Un buen personaje tiene la exactitud de un espejo (él es yo), la transparencia de un cristal (él es ellos), la ductilidad de un títere (él es cualquiera), la improvisación de un poema (yo no sé quién es él). Cabe recordar que Frankenstein, criatura moderna por antonomasia, no es solamente la obra de un individuo con ínfulas mesiánicas, sino también una criatura hecha de muchas otras, de retazos ajenos. Eso le permite discutir con su creador. Sería interesante estudiar la relación literaria entre solipsismo y conformismo. Laboratorio del yo y del tú, el personaje merece una reivindicación. Subestimarlo desde una lectura reductora y narcisista de la posmodernidad supondría una seria pérdida. Si amar a alguien es toparse con su existencia, el personaje propone un diálogo de amor con lo narrado, un hallazgo de otro dentro de uno. No hay nada más sincero que un personaje que nos cuenta quiénes somos.
Andres Neumann (Argentina, 1977)
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6 comentarios:
¿Me pertmites que te lo robe, Adriana? Me parece un artículo muy interesante.
Desde la perspectiva de un narrador aficionado, me parece clarificador, exacto y profundo esta reflexion de Neuman. El narrador en primera persona, en tercera o el omnisciente absoluto o parcial ( no el que narra de todos los personajes sino de algunos)es un simple instrumento del narrador y de la narrativa. El personaje es lo importante, en el, en su creación, es donde se proyecta el yo del narrador. Deliciosa la caracterización del personaje como espejo, como cristal o como titere, que destaca lo esencial( el personaje) y lo adjetivo e instrumental que es la forma narrativa con la se le aborda(primera persona, tercera , om nisciente..)
Claro que te lo permito, May... es "nuestro"... como tanto que comenzamos a compartir... un abrazo de Arrayanes...
=)
coincido plenamente contigo, Clemente.... y como bien dice Neuman, el personaje merece una reivindicación. Y ese diálogo de amor con lo narrado nos pone frente al desafío de darle una vida que, en la persona que sea y cualquiera fuera el escenario que le demos, cobre la fuerza que impulse nuestras letras hacia esa parte nuestra que, surgiendo, nos permita llegar más allá.
Un abrazo, me alegra que te gustara el artículo.
Reina.... Qué bien escribes! es una delicia siempre perderse en tus letras!!
Eres muy buena en la prosa poética, en la poesía, en relatos, en artículos... ¿hay algo que no domines?
Me parece muy muy interesante y muy didáctico tu blog, y, con tu permiso, guardaré este texto. Eres magistral!
POr cierto, aprovecho para agradecerte el paseo por mi casita... Me alegra que te gustase mi relato, de verdad.
Te quiere:
Tu hermanita! :)
Cielo...gracias por tu generosidad y tu presencia, por tu lectura y tu cercanía.
Este texto es del escritor argentino Andrés Neuman (ojalá domine alguna vez, como él, todas las vertientes de la expresión!)....
Sentí que quienes escribimos debemos nutrirnos de la palabra de los escritores, para sentir que todos tenemos los mismos conflictos, dudas, temores y cada uno su particular forma de salir del "brete".
Debajo del texto encontrarás la dirección del site de Neuman. Es sumamente interesante pasearse por allí y leerle.
Te dejo un abrazo enorme, siempre agradecido.
Adri
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