................ Para Victoria, en su décimo cumpleaños.
Casi rozando la medianoche, seguía sin encontrarlas.
Abrió el cofre y su amiga Luciérnaga, iluminó lo profundo, lo que estaba debajo del fondo, esa parte de su arcón que rozaba el interior de las palabras.
Nada.
Luciérnaga hacía esfuerzos para que su luz fuese más potente, en procura de llegar allí donde las raíces de los pinos, los almendros, los cerezos, los olivos, la sequoyas, los chopos y hasta los ombúes, se tocan y convierten el centro del Universo en un racimo de preguntas con respuestas sólo factibles de hallar por un milagro.
Ese era su punto de inflexión: ¿qué podían decir las palabras sobre un milagro?
Tendrían que ser muchas y, últimamente, lograba ser más elocuente con los silencios. Aún con su milagro.
Luciérnaga, cansada, se fue a dormir. Entonces, llego el turno de la Rosa.
Su fragante textura fue extendiéndose por las paredes interiores del profundo arcón, devolviendo suavidad a los espacios más antiguos, generando una iridiscencia que lograba transmutar en formas hasta las estrías de la madera. El aroma de la rosa fue mezclándose con otros, más intensos y primitivos. Tierra húmeda, musgo, setas, hierba mojada, algas. Nada pudo lograr, sus pétalos se fueron debilitando y la oscuridad volvió a ganar el territorio de lo profundo.
El Universo de las Palabras no tiene límite, había sentenciado alguna vez el Albatros Ancestral.
La sentencia se convirtió en un eco en sus oídos, para transformarse en un gesto de impotencia que se tradujo en sus manos, en las que la pluma dormía, transfundida en la tinta todo su abatimiento.
Una mariposa sobrevoló su cabello, antes de acercarse a la luciérnaga y, aleteando sobre su linterna, logró despertarla y fue guiándola hasta un pequeño hueco en el Tronco Madre. Un panal dejaba caer generosas cantidades de miel cristalina, con un intenso perfume a azahares.
La luciérnaga bebió con lentitud y su luz se hizo más intensa.
La mariposa, y la luciérnaga se acercaron a una mata de arbustos, en medio de los cuales una campánula púrpura comenzaba a abrirse. Unas gotas de rocío cayeron desde una hoja hasta ella, en el preciso momento que un rayo de sol daba de lleno en el interior de la flor.
Rápidamente, tomaron una gota en un pequeño cuenco formado con una brizna de hierba y, al levantarla, el rayo penetró el vientre de agua, formando un arco iris que rebotó en el tronco Madre, salpicó a la Rosa, que - trémula - gestó un soplo de aire fresco y perfumado que, metido en la gota, fue a dar a las manos, tocando la pluma y cayendo, como una cascada, en el fondo del Arcón de las Palabras.
La luciérnaga se deslizó por el tobogán de agua de arco iris y, desde el interior, fue sacando palabras con la ayuda de la mariposa: algunas húmedas, otras, perfumadas, y también tibias, tiernas, temblorosas, sublimes. A medida que Luciérnaga subía palabras, la mano iba poniéndolas aquí y allá, entre las sábanas, bajo la mesa, sobre los cojines, revoloteando en los libros, pulsando en una maceta, pintando los muros.
Por fin, la tarea estaba concluida.
Dando un suave beso en el cabello a su amiga, Luciérnaga se fue a descansar. La Rosa, sintiendo que era el momento adecuado, se fue abriendo hasta lograr su máximo esplendor, convertiendo el instante en eterno., y la Mariposa, con el mismo sigilo que había llegado, se fue volando a otro bosque.
La luz era ya en el Territorio de la Magia.
El Tronco Madre volvía a dar sus frutos.
El Arcón de las Palabras dió un profundo bostezo y se cerró.
Era el día señalado y el Milagro volvía a repetirse. Un ciclo más y ya podían contarse diez ciclos desde el nacimiento de La Voz de la Magia.
Las Palabras dispuestas en cada cosa que la rodeaba, iba nombrándola con todas las letras. La Victoria era completa manifestación de Vida.
La tinta de los sueños se dejó llevar por una brisa que, tenuemente, comezó a soplar hacia el Levante. Allí fue, siguiendo el aire marino, para esconderse en una caracola.
Al envolverse en el interior de la caracola, el sonido del maro provocó un eco que trajo, nuevamente, la voz del Albatros Ancestral:
"Deja que tus sentidos hablen por tí. No pienses: siente. Y deja que la elocuencia de tu sensibilidad se transforme en aire, agua, fuego y tierra. Sé Tú el dueño absoluto de tu esencia. Conviértete en tus Palabras. Olvida el cuerpo. Sé Alma en ellas"
Un nuevo temblor: en su interior se agitaba un mar de palabras, El Nuevo Día había llegado.
Un nuevo ciclo de Luz para el Milagro que puso Voz a la Magia.
Valencia, 27 de abril de 2010
Casi rozando la medianoche, seguía sin encontrarlas.
Abrió el cofre y su amiga Luciérnaga, iluminó lo profundo, lo que estaba debajo del fondo, esa parte de su arcón que rozaba el interior de las palabras.
Nada.
Luciérnaga hacía esfuerzos para que su luz fuese más potente, en procura de llegar allí donde las raíces de los pinos, los almendros, los cerezos, los olivos, la sequoyas, los chopos y hasta los ombúes, se tocan y convierten el centro del Universo en un racimo de preguntas con respuestas sólo factibles de hallar por un milagro.
Ese era su punto de inflexión: ¿qué podían decir las palabras sobre un milagro?
Tendrían que ser muchas y, últimamente, lograba ser más elocuente con los silencios. Aún con su milagro.
Luciérnaga, cansada, se fue a dormir. Entonces, llego el turno de la Rosa.
Su fragante textura fue extendiéndose por las paredes interiores del profundo arcón, devolviendo suavidad a los espacios más antiguos, generando una iridiscencia que lograba transmutar en formas hasta las estrías de la madera. El aroma de la rosa fue mezclándose con otros, más intensos y primitivos. Tierra húmeda, musgo, setas, hierba mojada, algas. Nada pudo lograr, sus pétalos se fueron debilitando y la oscuridad volvió a ganar el territorio de lo profundo.
El Universo de las Palabras no tiene límite, había sentenciado alguna vez el Albatros Ancestral.
La sentencia se convirtió en un eco en sus oídos, para transformarse en un gesto de impotencia que se tradujo en sus manos, en las que la pluma dormía, transfundida en la tinta todo su abatimiento.
Una mariposa sobrevoló su cabello, antes de acercarse a la luciérnaga y, aleteando sobre su linterna, logró despertarla y fue guiándola hasta un pequeño hueco en el Tronco Madre. Un panal dejaba caer generosas cantidades de miel cristalina, con un intenso perfume a azahares.
La luciérnaga bebió con lentitud y su luz se hizo más intensa.
La mariposa, y la luciérnaga se acercaron a una mata de arbustos, en medio de los cuales una campánula púrpura comenzaba a abrirse. Unas gotas de rocío cayeron desde una hoja hasta ella, en el preciso momento que un rayo de sol daba de lleno en el interior de la flor.
Rápidamente, tomaron una gota en un pequeño cuenco formado con una brizna de hierba y, al levantarla, el rayo penetró el vientre de agua, formando un arco iris que rebotó en el tronco Madre, salpicó a la Rosa, que - trémula - gestó un soplo de aire fresco y perfumado que, metido en la gota, fue a dar a las manos, tocando la pluma y cayendo, como una cascada, en el fondo del Arcón de las Palabras.
La luciérnaga se deslizó por el tobogán de agua de arco iris y, desde el interior, fue sacando palabras con la ayuda de la mariposa: algunas húmedas, otras, perfumadas, y también tibias, tiernas, temblorosas, sublimes. A medida que Luciérnaga subía palabras, la mano iba poniéndolas aquí y allá, entre las sábanas, bajo la mesa, sobre los cojines, revoloteando en los libros, pulsando en una maceta, pintando los muros.
Por fin, la tarea estaba concluida.
Dando un suave beso en el cabello a su amiga, Luciérnaga se fue a descansar. La Rosa, sintiendo que era el momento adecuado, se fue abriendo hasta lograr su máximo esplendor, convertiendo el instante en eterno., y la Mariposa, con el mismo sigilo que había llegado, se fue volando a otro bosque.
La luz era ya en el Territorio de la Magia.
El Tronco Madre volvía a dar sus frutos.
El Arcón de las Palabras dió un profundo bostezo y se cerró.
Era el día señalado y el Milagro volvía a repetirse. Un ciclo más y ya podían contarse diez ciclos desde el nacimiento de La Voz de la Magia.
Las Palabras dispuestas en cada cosa que la rodeaba, iba nombrándola con todas las letras. La Victoria era completa manifestación de Vida.
La tinta de los sueños se dejó llevar por una brisa que, tenuemente, comezó a soplar hacia el Levante. Allí fue, siguiendo el aire marino, para esconderse en una caracola.
Al envolverse en el interior de la caracola, el sonido del maro provocó un eco que trajo, nuevamente, la voz del Albatros Ancestral:
"Deja que tus sentidos hablen por tí. No pienses: siente. Y deja que la elocuencia de tu sensibilidad se transforme en aire, agua, fuego y tierra. Sé Tú el dueño absoluto de tu esencia. Conviértete en tus Palabras. Olvida el cuerpo. Sé Alma en ellas"
Un nuevo temblor: en su interior se agitaba un mar de palabras, El Nuevo Día había llegado.
Un nuevo ciclo de Luz para el Milagro que puso Voz a la Magia.
Valencia, 27 de abril de 2010
4 comentarios:
Encantador, un regalo precioso, no?
Saludos y un abrazo enorme.
Magico cuento y precioso regalo para tu hija
Muchas gracias, y el abrazo también enorme desde este rinconcito de mundo....
Clemente.... sabes que mi milagro siempre mueve mi voz, verdad? a veces todo me resulta pequeño para nombrarla....
un abrazo, feliz de leerte por aquí
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