Una puerta se abre. El interior responde en primera persona: Escribo. Leo. Comparto. Por ello, el tiempo es menos despiadado conmigo

Una Luciérnaga en mí

Una Luciérnaga en mí
Dibujo de Roxana

viernes, 16 de abril de 2010

Un Reto, Un Cuento

Ya comenté sobre los retos de La Página de los cuentos, 

Esta vez la consigna, para el Reto Prosa  era escribir algo que tuviera que ver con el hecho de poner un nombre a algo o alguien (persona, perro, etc). La Palabra obligada era: desnuda/o
Mi cuento quedó en un segundo lugar compartido con dos excelentes escritores.



Nadia, como mi mejor amiga


Permanecía desnuda, apenas cubierta con una sábana que olía a humedad. Susana se mantenía silenciosa, con la mirada baja y en silencio, tomando su mano.
Paseó su mirada por todo aquello que, al alcance de su vista, conformaba el escenario donde se llevaría a cabo su acto más cobarde.
Una imagen de la Virgen del Pilar. A los lados, velas medio consumidas, cuyo olor rancio se sumaba al que imperaba en el cuarto. Unos cuadros de chicos desconocidos para ella, con marcos dorados y en colores desleídos por el paso del tiempo. Una mesa, dos sillas - una de las cuales ocupaba Susana - una cocina , una heladera pequeña, un soporte con una palangana en el que la mujer se lavaba las manos comentando lo bien que se vivía en el barrio desde que habían metido preso al cabecilla de una de las bandas de ladronzuelos más conocidas en la ciudad.
Nadia, ajena a todo, dibujaba con un dedo formas indefinidas en su vientre.

- A ver querida, abríme bien las piernas.

Cerró los ojos y sin dejar de tocarse el vientre, canturreaba para sí todas las canciones de cuna que conocía. Putas canciones de cuna. Maldita enfermera revolviendo su vagina con distintos instrumentos
apenas desinfectados con un poco de alcohol. Ardor, dolor, repulsión. Susana susurró algo y salió del cuarto.

- Bueno querida, ya está mi amor. Tomáte el antibiótico que te hice comprar y cualquier cosa me llamás por teléfono. Pero no te preocupes, tomaste la mejor decisión.

Se puso en pie como pudo y entró Susana. Tenía los ojos rojos. Como ella. Tenía el cabello teñido de borrabino. Como ella. Tenía 42 años. Como ella. Estaba sola. Como ella. Eran amigas hacía muchos años.

Y no era tan cobarde como ella.

Le ayudó a vestirse y la tomó del brazo al salir.
La luz de la calle la cegó. Buscaron un taxi. Subió ella
primero, acomodándose como puedo para soportar el dolor. Luego, subió Susana, que dio la dirección y mirando por la ventanilla, ambas se mantuvieron silenciosas hasta que el conductor, tal vez incómodo por la situación, miró por el espejo retrovisor a Susana y le preguntó:

- ¿Para cuando el niño, señora?

Susana carraspeó y se tocó el vientre abultado:

- Para dentro de dos meses. Y es niña.

- ¡qué bien! los hijos siempre vienen con un pan bajo el
brazo...y... ya tiene nombre?

Susana miró a Nadia, le tomó la mano y respondió:

- Nadia, como ella. - y mirando al taxista – que es mi mejor amiga.

- Ah, dijo el taxista, hace bien. Los buenos amigos duran más que los hijos, que suelen ser tan ingratos.

Nadia se reclinó en el asiento mientras el hombre seguía hablando, pero ya no lo escuchaba. Aferrándose a la mano de su amiga, cerró los ojos y comenzó a rozar su vientre con un dedo dibujando formas diferentes.

Sólo que ahora ya no canturreaba ninguna canción de cuna.

2 comentarios:

lavabajillo dijo...

Un cuento precioso y conmovedor sobre un tema duro y dificil.Un abrazo

Adri dijo...

cuando comencé a escribirlo, no sabía hacia dónde se iba a disparar la historia. luego, surge movida por los hilos del eco de la vida que reverbera en nuestro interior. Un tema duro. Todos me dicen que no es cobardía la decisión de Nadia... nunca pensé que lo fuera. Tal vez es más responsable que el de Susana. O no.... igualmente, también a mí me dejó conmovida y reflexionando. Siempre es un gusto compartirlo con vos. ABrazo! ADri