Una puerta se abre. El interior responde en primera persona: Escribo. Leo. Comparto. Por ello, el tiempo es menos despiadado conmigo

Una Luciérnaga en mí

Una Luciérnaga en mí
Dibujo de Roxana

lunes, 4 de octubre de 2010

Silk. La piel de la palabra

 En apenas unas horas, he tenido el placer de leer "Seda" de Alessandro Baricco (Ed. Anagrama, 14º Edición, 1999). Una cajita de sorpresas, con capítulos cortos, de lectura amena, que en cada uno de esos flashes va abriendo un espectro para que trabaje nuestra imaginación, dejando que ella sea la dueña absoluta de cada paisaje sólo esbozado, de cada rostro sólo nombrado, de cada paso sólo andado.
Por ventura, no había visto la película que, en alguno de los canales abiertos, hicieron esta semana. Ahora sí, luego de haber leído, procuraré verla. O tal vez no.
Temo que la interpretación de un guionista rompa el encanto.

Baricco sabe desnudar a la palabra, y vestirla de Seda. Este libro, que según he leído se tradujo a 17 idiomas y lleva vendidos más de 900.000 ejemplares, resultó su consagración como escritor.

Seda, interpretada por Keira Knightley (Hélène), Michael Pitt (Hervé), Alfred Molina, Koji Yakusho, y Mark Rendall, fue puesta en escena cinematográfica en 2007. La música, del genial Ryuichi Sakamoto.




"Seis días después, Hervé Joncour se embarcó, en Takaoka, en un barco de contrabandistas holandeses que lo llevó hasta Sabirk. Desde allí ascendió por la frontera china hasta el lago Baikal, atravesó cuatro mil kilómetros de tierra siberiana, superó los Urales, llegó hasta Kiev y recorrió en tren toda Europa, de este a oeste, hasta entrar, después de tres meses de viaje, en Francia. El primer domingo de abril -justo a tiempo para la misa mayor- llegó a las puertas de Lavilledieu. Se detuvo, dio graciasl al Señor, y entró en el pueblo a pie, contando sus pasos, para que cada uno tuviera un nombre, y para no olvidarlos nunca más.
- ¿Cómo es el fin del mundo?- le preguntó Baldabiou.

- Invisible.

A su mujer, Hélène, le trajo de regalo una túnica de seda que ella, por pudor, nunca se puso. Si se sostenía entre los dedos, era como coger la nada."

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